Los trabajos que en la antiguedad margariteña eran permitidos para cada sexo


En la Isla de Margarita, no todos los trabajos de la vida cotidiana estaban permitidos a ambos sexos. A las hembras le encomendaban unas ocupaciones y a los varones otras. Desde niños se las iban inculcando paulatinamente para que supieran diferenciarlas. El juego con muñecas era para las niñas. 

Los voladores, las pichas o metras, los trompos y otros similares, eran para los niños. Los quehaceres domésticos, como lavar, planchar, remendar, hacer las comidas en la casa, incluyendo el pilado del maíz y la elaboración de las arepas, telas y cachapas, eran para las mujeres, igualmente el tejido, el bordado y el rejillado. Para los hombres, el mar y los conucos y los trabajos riesgosos como carpintería, albañilería, herrería y marinería, para no mencionar sino unos pocos.

La cría de ganado, tanto menor como mayor, estaba reservada para los varones, aunque la podían llevar a cabo también las hembras, sin que se les tomara en cuenta ni se les reprochara el hecho. Cargar agua y acopiar leña era de ambos sexos, pero las mujeres tenían que hacerlo utilizando como soporte la cabeza mientras que los varones debían, por lo regular, que conducir la carga, por pesada e incómoda que fuera, sobre sus propios hombros.

En las casas, a los machos no les era permitido, entrar a las cocinas, ni siquiera a buscar la comida ni a probar el café; tenían que aguardar todo fuera de esos recintos, y las mujeres no debían, ni por nada del mundo, inmiscuirse, ni siquiera indirectamente, en las conversaciones o negocios de los hombres, aunque eran las que llevaban la administración del hogar y el cuidado de los hijos.

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La pesca, la caza y la agricultura eran ocupaciones del sexo fuerte; mientras que las consideradas como débiles, aunque de eso nada tenían, eran las encargadas de comerciar los productos, como mejor pudieran. Los niños y las niñas, que tenían posibilidades de hacerlo, iban a escuelas separadas y los padres no les tenían mucha confianza a la educación mixta.

Las hembras no usaban pantalones ni aunque les pagaran, ni lo hombres batolas, a menos que fuesen en las pascuas o en los carnavales. Las mujeres, sobre todo las casadas, dormían en sus catres y camas de madera dentro de los aposentos, mientras que los hombres lo hacían en sus chinchorros, en las salas y corredores. A las hembras les era permitido usar las alpargatas en chola pero los hombres tenían que llevarlas siempre calzadas.

En las artesanías tradicionales actuaban ambos sexos, por ejemplo: en las zapaterías y cesterías, prevalecían los hombres y las mujeres en la alfarería y en los tejidos de hamacas, chinchorros, mapires y sombreros de cogollo. A los hombres que efectuaban trabajos no correspondientes a su sexo los llamaban «macucos», y a las hembras «marimachos» o «machotas» así no lo fueran.

Esto es apenas una muestra de la división del trabajo cotidiano en la Isla de Margarita, pero como decían los viejos, -siempre buenos consejeros-: «para muestra basta un botón», y esto es lo que hemos pretendido hacer...

José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco) - Usos y costumbres tradicionales en Margarita (1986)
Imagen inicial: commons.wikimedia.org.

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