La venta del pescado en Margarita, casi siempre era a domicilio. Con bateas y maras en la cabeza, más bateas que maras-, las mujeres recorrían todos los caminos de la Isla, -lloviera, tronara o relampagueara-. Iban voceando su mercadería. Ofreciéndola al público, casa por casa y bajándose en las puertas cuando lo requerían. No había pesos; el producto se ofertaba y se adquiría a la vista o sea al bulto: por ruedas, por pedazos o por unidades, según fuese el tamaño del pescado o lo que se iba a comprar.
Las sardinas se detallaban por docenas y siempre acabadas de pescar. Los niños seguían a las vendedoras de estas especies, para que les regalaran sardinitas con que hacer sus sancochos de juguetes. El pescado se negociaba fresco, asado, salpreso y salado, o sea seco. De Pampatar, de El Tirano, de Manzanillo, de El Valle de Pedrogonzález, de Juangriego, de La Guardia y de algunos otros puertos de mar, las mujeres se desplazaban hacia todos los pueblos de la Isla, en esa actividad. Algunas iban desde el interior a las orillas de playa, para venir con su carga comerciándola, siempre con el mismo sistema.
Cuando las autoridades empezaron a poner en práctica el pesaje, dizque para proteger al consumidor, las vendedoras de pescado comenzaron a cargar consigo, sus pesos de totuma, -balanza rústica que equilibraban con piedras de a libra, de a media libra y de a onza-, muchas por desconocimiento al mecanismo de los pesos de aguja llamados también de reloj, o por lo oneroso que se les hacia su adquisición. Ahora el pescado se vende en puestos de mercados o en transportes a motor. Muy lejos quedaron las bateas, las maras y las «andadoras de caminos»...
José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco) - Usos y costumbres tradicionales en Margarita (1986)
Foto inicial: www.delcampe.net
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