Mirada al Pasado: Los Daños, Hechizos o Brujerias en la Isla de Margarita


En la Margarita de antes, la de escasos médicos y abundantes empíricos, curiosos o brujos, se creía mucho en los daños, hechizos o brujerías. 

Todo el que padecía de una enfermedad con características raras y que se tomaba incurable; todo el que la desgracia lo signaba con la tragedia y hasta los que tenían mala suerte en los negocios, en el amor y en el juego, se lo achacaban a los daños, hechizos o brujerías, dizque se los echaban otras personas por venganzas, por envidias o simplemente por satisfacer unos ocultos instintos de maldad.

Más de una familia se trenzaron en riña colectiva; más de un hogar se disolvió; más de una persona abandonaron para siempre el lar nativo o residencial e innumerables los que fueron a parar con sus huesos a las tumbas frías, atribuyendo todo eso a los malditos daños, hechizos o brujerías. En los pueblos se hablaba con mucha frecuencia de los expertos en echar o curar daños, hechizos o brujerías; de los que solamente los echaban pero no sabían curarlos, y de los que lo curaban pero no sabían o no querían echarlos. 

A los hechiceros o brujos se les tenla muchísimo recelo o «miedo pánico», porque se les atribulan componendas o pactos con el mismo Diablo, o facultades recibidas desde el más allá, o devoción por algunos santos bravos o «rejosos», como San Cipriano, San Caralampio, Santa Tecla, San Miguel, San Agatón, San Bartolo, el Anima Sola y otros de la misma calaña, los cuales eran utilizados sólo para hacer maldades.


Cuando se comentaba algo acerca de los daños, hechizos o brujerías casi siempre se hacía con el mayor recato, en voz bajita y entrecortada, como para no ofender a nadie o para qué ninguna persona sospechara o se enterara de lo que estaba sucediendo y fuera a tomar venganza. Mucha gente, antes y después de los nombrados comentarios se persignaban o simplemente se hacían la señal de la Cruz, para librarse de los embates del Diablo, Satanás, Uñón o Pecado Malo, como también lo llamaban, que casi siempre rondaba cerca, tentando, tanto a hembras como a varones.

Se aseguraba que en algunos pueblos de la Isla habían personas facultas para conocer daños; que lo hacían mediante los poderes que les transmitían las «reliquias» preparadas al respecto, las cuales les hacían engrifar los pelos si el resultado era positivo, es decir, si había daño; pero que los más afamados o expertos y por ende recomendados eran los trinitarios, de quienes se decía y aseguraba que en un espejo o pantalla presentaban la silueta del autor, autora o autores del maleficio para que le reconocieran; que casi siempre resultaba ser una vecina, alta o bajita, delgada o gorda, negra, morena o blanca, con el pelo liso o encrespado, etc., etc., y a quien el paciente o su representante se encargaban de ir cotejando mentalmente con la persona sospechosa hasta endilgarle la responsabilidad del mal.

En Margarita los curanderos o sacadores de daños andaban de pueblo en pueblo, ni muy públicos ni muy ocultos, guiados por alcahuetes y recomendadores, provistos de una especie de aparato detector, de fabricación casera, compuesto por reliquias, ramas y hojas de montes seleccionados como virtuosos, huesos de animales ponzoñosos, pedazos de piedras raras, imanes o hierros imantados y perfumes diversos; aparatos que movían de un lado a otro, de aquí para allá, como bailando una danza diabólica a pleno día o en las noches claras; por las salas, los cuartos, la cocina, el corral y el conuco si era posible; se contorsionaban, simulaban tomar contacto con espíritus, invocaban nombres  enrevesados, entonaban plegarias, fumaban tabaco, hacían expandir el humo por el aire, hasta decir en un momento determinado: aquí está, aquí está, señalando un sitio que ya tenían previamente escogido.

La sacada o desenterramiento del daño, hechizo o brujería, nunca lo hacían en presencia de los afectados, sino a solas o acompañados de sus propios ayudantes o cómplices y no era sino posteriormente cuando presentaban el desentierro. Este casi siempre consistía en un muñeco de trapos, vendado y traspasado por todas partes por alfileres, agujas y espinas o en los sitios que representaban los lugares más vulnerables del cuerpo humano; en muchas ocasiones con los nombres de las víctimas escritas con letras bastardillas en sucios y envejecidos papeles; otras veces envueltos en ropas íntimas con pedazos de huesos y gajos de pelos humanos, restos de víboras y plumas de aves agoreras. Y para conjurar el sitio rociaban agua bendita, «esperjiaban» (asperjar) incienso o quemaban azufre.

Habían otros daños, hechizos o brujerías, que consistían en polvos y aguas preparadas que echaban en las comidas, en las bebidas o los zumbaban en el suelo para que los pisaran las personas; de éstos casi siempre se decía que los recibían inocentes que nada tenían que ver con el asunto. Cantidades de mancos, ñecos, rencos, patulecos, tuertos, revirecos, tullidos, hemipléjicos, raquíticos, asmáticos y cuanto Dios criaba en el rol de las enfermedades, atribuían sus males a los daños, hechizos o brujerías y aseguraban con el mayor desparpajo que no hablan sido puesto buenos por falta de dinero o por habérseles descubierto el mal cuando ya estaba demás de pasado.

José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco) - Usos y costumbres tradicionales en Margarita (1986)
Foto inicial: Fotografías y Videos (Antiguas/Viejas) de las Islas de Margarita, Coche y Cubagua.

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